La dicotomía es la siguiente: de un lado, la gente razonable a que le tocó joderse y que, aunque el tren pase por encima de su casa, lo acabará comprendiendo. Del otro, los que cobran un salario (¡fijo! que es lo más hiriente) y que, no contentos con eso (o quizás por eso), se entregan en cuerpo y alma al noble arte de acabar con Tenerife. No hay término medio. ¿De qué lado estás?
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