La recomendación literaria de Casa Calandraca en este día señalado es la hilarante crónica publicada por Joe Cawley sobre lo que fuera su estancia en Tenerife, en 1991. Los excesos de nuestro "vergel de belleza sin par" son descritos con hijoputesca precisión por un súbdito británico que pensó que vivir aquí sería muy parecido a estar permanentemente de vacaciones. Aprendió que no por la vía dolorosa. Curiosamente, muchas de las cosas que lo dejaron estupefacto siguen perfectamente vigentes al día de hoy, casi 20 años después.
A continuación, un extracto seguido de una traducción libre de mi cosecha.
"No matter that we had risen at 6:30, driven north for an hour and then
spent another hour trying to find a parking space in a city that had none.
Driving on an interminably stupid one-way system that flung you back south
if you accidentally missed the unmarked turn-off.
It might have made an inkling of difference if the capital was a pretty city.
But in 1991 it wasn't, by any stretch of imagination. The first monument that
greeted travellers from the south was a shoreline oil refinery whose odour was twice
as unpleasant as the sight of its steel intestines.
Once in the centre, a hotchpotch of architectural styles sullied the pedestrian
Plaza de España, a place where gypsies would charge at you waving linen tablecloths
and frilly pillowcases. And that was your reward for enduring a white knuckle ride along
the TF-1, a testing ground for kamikaze taxi drivers and 16-years-old rally wannabes."
"Daba igual que nos hubiéramos levantado a las 6:30, haber conducido hacia el norte durante una hora y haber perdido otra buscando aparcamiento en una ciudad que carecía de ellos. Conducir en un interminablemente estúpido sistema de un solo sentido que te manda de nuevo hacia el sur si accidentalmente te pasas el desvío no señalizado.
Habría sido algo diferente si la capital fuera una cuidad bonita. Pero en 1991 no lo era ni por asomo. El primer monumento que encontraban los viajeros que llegaban desde el sur era una refinería costera cuyo olor era dos veces más desagradale que la visión de sus intestinos de acero.
Una vez en el centro, un pastiche de estilos arquitectónicos afeaba la peatonal Plaza de España, un lugar donde las gitanas cargaban contra ti ondeando manteles de lino y fundas de almohada con volantes. Esa era la recompensa por aguantar un viaje tenso por la TF-1, una pista de pruebas para taxistas kamikazes y aprendices de piloto de rally de 16 años."
Miguelito El Policía escribió a Cawley y éste, sorprendido de que su libro fuera conocido aquí, le comentó que las cosas que contaba en el libro se referían a otros tiempos y que le constaba que la ciudad había cambiado mucho.
Demasiado tarde, Cawley.
Si vuelves a Tenerife, usa un nombre falso.
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