Se podría pensar que ser portavoz de una multinacional que ultimamente falla más que una escopeta de feria sería una profesión de alto riesgo, asaeteada continuamente por una turba enfurecida de desagradecidos que, lejos de tener en cuenta los esfuerzos de La Compañia, sólo piensa en tener luz en sus putas casas (a veces incluso bebiéndose un güisquito). Pues nada más lejos. Aunque exige entrega, la profesión es agradecida. Una profesión fácil porque solo se trata de decir la verdad. Aunque eso sí, en caso de apuro solo hay que recordar dos premisas básicas:
- a) La compañía está haciendo todo lo posible para restablecer el fluido.
- b) La culpa fue del temporal.
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