Creo que a estas alturas ya ha quedado bastante claro que el tranvía no era la solución al transporte público en el área metropolitana de Tenerife que cacareaban sus promotores. Ya sabemos que buena parte de su éxito se sustenta en el tranvase de usuarios desde la guagua y que no pocos se vieron forzados al cambio, tras una oportuna supresión de líneas. Sobre esta premisa y teniendo en cuenta la reducción del viario que supuso la obra del tren ligero se entiende que la congestión del tráfico, lejos de aliviarse, se haya agravado en determinadas zonas y momentos del día.
Por más que busco, no encuentro ninguna mejora objetiva que justifique realmente los 306 millones de euros que ha costado el trenecito (y seguirá costando hasta que se devuelvan los préstamos que se solicitaron para su construcción). Sí se me ocurren, sin embargo, algunos
inconvenientes de los que ya he hablado en este blog en varias ocasiones. De entrada, el trayecto entre terminales es más largo en tranvía que en guagua y toma bastante más tiempo. Además, la asignación de frecuencias de paso vuelve inoperante el
transbordo entre líneas, con lo que el tranvía deja de ser una opción razonable a menos que se disponga de tiempo y paciencia ilimitados. Un lugar destacado a la queja merece la confusa e injusta política de
bonificaciones, en la que contra toda lógica se tiende a penalizar al usuario habitual. Por último, no hay que olvidar esa irritante obsesión de los responsables por vender una imagen edulcorada del sistema. La
información real al usuario escasea y en su lugar encontramos una
propaganda vacía que parece querer forzar un aplauso que nunca llega.
Pero quizá lo más grave de todo es que el sistema tranviario parece fagocitar todos los recursos destinados al transporte público, pese a resolver solo una parte modesta del problema y haber demostrado ser tremendamente vulnerable (recordemos lo que ocurre cuando hay un corte de suministro eléctrico). Da grima ver
languidecer a TITSA en ese intercambiador de Santa Cruz lleno de mierda, mientras las marquesinas del tranvía son mimadas por operarios entregados, pertrechados con rascavidrios y escobillones (
450.000 €). ¿Quién ha visto alguna vez a un operario barrer una parada de guaguas?.
Esta semana he sabido de otra de esas costosas "mejorías" que tuvo como resultado empeorar lo que ya había. En la Avenida de los Menceyes, entre la Cruz de Piedra y el Astrofísico, la obra del tranvía trajo consigo la instalación de adoquines en los pasos de peatones. El asfalto no parecía suficientemente bueno para la magna obra.
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Avenida de Los Menceyes. Adoquinado hecho cisco. |
Con esos adoquines ha pasado de todo en los cuatro años escasos que tienen de vida. Buena parte de las piezas no aguantó la presión del tráfico y se hizo pedazos. Otras perdieron la fijación y quedaron basculando en sus huecos. Éstas últimas dieron mucho juego. Por una parte generaban un ruido extremadamente molesto al paso de los vehículos, sobre todo durante la noche. Y por otra, al ceder al peso, provocaban frecuentes traspiés, con un impagable bonus traca: cuando llovía, se acumulaba agua debajo de forma que al pisar en ellos, basculaban obsequiando al viandante con un inesperado remojón de ñames.
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Enteros hay poquitos |
En octubre de 2010, los vecinos de los barrios colindantes a la avenida denunciaron la situación en el Ayuntamiento de La Laguna, donde les dijeron que "ya tenían constancia del asunto" y que "ya estaban trabajando para solucionarlo". Pedían los denunciantes que se repusiera el asfalto de toda la vida y se dejaran de machangadas adoquinescas. Hoy, más de un año después, he pasado por la zona y lo que he visto es lo que aparece en las fotos.
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Según parece, se rompen porque están mal instalados. |
Todo parece indicar que se ha optimizado el desquicie. Parte de los técnicos dice que los adoquines se fragmentan porque no están bien colocados. Otros aseguran que ese tipo de material no está destinado al tráfico rodado, sino a zonas exclusivamente peatonales. Con ésto damos paso al festival de la prueba y el error.
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Prueba y error I: sustituir los adoquines rotos con cemento. |
Un poquito con cemento, otro poquito con asfalto.
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Prueba y error II: sustituir los adoquines rotos con asfalto. |
Y al final lo que tenemos es la ensaladilla de despropósitos, parches y canchanchanadas que suele caracterizar las obras en esta tierra. Y éso a cuatro años de la finalización de la obra, cómo estará dentro de diez.